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Manbij quedó traumatizada por el atentado contra las fuerzas estadounidenses

Un miembro de las fuerzas de seguridad ante un restaurante destruido por un atentado suicida en Manbij (Siria), el 17 de enero de 2019 afp_tickers

Los habitantes de la ciudad siria de Manbij viven con miedo desde el sangriento atentado suicida contra la coalición internacional antiyihadista. Tienen en mente las imágenes de cuerpos despedazados y de escaparates rotos en mil pedazos.

Este ataque reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI) es el más mortífero contra las fuerzas estadounidenses de la coalición en Siria desde 2014.

El suicida mató a 19 personas (10 civiles, 5 combatientes arabokurdos y 4 estadounidenses) haciéndose saltar por los aires cerca del “Palacio de los Príncipes”, un restaurante de parrilladas en el mercado central de Manbij.

Desde la expulsión en 2016 de los yihadistas del EI de esta ciudad del norte de Siria, ahora bajo control de una alianza arabo-kurda aliada a la coalición, se respiraba cierta calma.

“Venimos al mercado, pero tenemos miedo. Vamos al trabajo, pero tenemos miedo. Ahora estamos aquí, pero tenemos miedo, no sabemos qué puede pasar”, afirma Jomaa al Qasem, uno de los clientes que llegó en coche para hacer unas compras con su hijo de tres años.

Frente a la fachada ennegrecida del restaurante, las fuerzas de seguridad, fusil en mano, impiden a los curiosos acercarse e incluso sacarse fotos con el teléfono móvil.

En el interior del restaurante hay trozos de carne sin cocinar cubiertos de polvo. En el suelo, hierros retorcidos.

– “Bola de fuego” –

Abu Abdel Rahman vacía el escaparate de su tienda. Lleva unos osos de peluche rojos en las manos y todavía tiene que sacar unos balones de fútbol. La vitrina quedó destrozada y el suelo está lleno de cristales.

“Yo estaba en la entrada de la tienda. Vi una bola de fuego salir del restaurante. Después había pedazos de cuerpos en el suelo”, declaró a la AFP este hombre, vestido con cazadora de cuero negro sobre chilaba oscura y tocado con una kufiya rojiblanca.

En la entrada de la ciudad hay controles de seguridad. Las fuerzas del consejo militar de Manbij inspeccionan los vehículos que entran y salen y verifican las identidades mientras las patrullas recorren las calles.

Para Malek al Hasan, con eso no basta.

“Esperamos que las fuerzas sean más vigilantes en los controles y que trabajen duro para impedir (a los yihadistas) infiltrados cometer estos actos de sabotaje”, recalca este hombre de 45 años.

Tras un ascenso fulgurante en 2014 y la conquista de extensos territorios en Siria e Irak, el EI se encuentra arrinconado pero logra cometer atentados como el del miércoles.

El atentado de Manbij se produce tras el anuncio en diciembre de la próxima retirada de las tropas estadounidenses de Siria. El presidente Donald Trump lo justificó diciendo que el EI había sido derrotado.

A Naasan Dandan se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda el drama. “Estaba fuera y cuando entré se produjo la explosión. Me propulsó hacia el suelo”, declaró mientras saca los trozos de vidrio desperdigados por su estudio de fotografía. Unos niños que pasan por allí le ofrecen ayuda.

Después del impacto de la explosión, Dandan logró levantarse y salir afuera. “Vi cuerpos, muertos y heridos”.

Malek al Hassan también lo tiene muy presente. “Vine para comprar libros para los niños. Cuando se produjo la explosión no sabía cómo escapar del centro de la ciudad”, afirma temblando.

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