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Política

El edificio del Parlamento en Berna, sede de la Cámara de Representantes, del Senado y del gobierno federal swissinfo.ch

En el comienzo...

Las estructuras políticas de Suiza remontan a la primera Constitución federal de 1848.

Sin embargo, las raíces se extienden hasta 1291, cuando, según la leyenda, los campesinos de la Suiza central se comprometieron a crear una alianza eterna que unió a Uri, Schwyz y Unterwalden, los tres primeros cantones.

El objetivo inicial del pacto era afirmar una libertad que estaba limitada por la detestada hegemonía de los Habsburgo. La frágil alianza creció hasta llegar a incluir 13 cantones en 1513.

La defensa colectiva de la independencia de los campesinos de sus amos feudales había representado una primera etapa. El paso siguiente fue la expansión. El sometimiento de territorios contiguos se prolongó hasta cuando los gobernantes de Europa obligaron a poner un alto.

Los historiadores ven en la derrota suiza de 1515, en la Batalla de Marignano (norte de Italia), la culminación de las aspiraciones o logros territoriales de los suizos. Este período marca el principio de la neutralidad suiza de facto, posteriormente suscrita por las grandes potencias en el Congreso de Viena, en 1815.

Antes, la Reforma y la Contrarreforma habían avanzado a través del país conduciendo en última instancia a una breve guerra civil en 1847. Aquel conflicto entre siete cantones católico-conservadores y casi una docena de cantones protestantes-liberales incluyó áreas urbanas y zonas donde la ocupación napoleónica –a principios del siglo XIX- había desatado reformas democráticas.

Estado Federal

En el año de 1848 se crea el Estado Federal, con una nueva constitución y un parlamento federales. Se dan también los primeros pasos hacia una medida de centralización.

Los fundadores del nuevo Estado no habían olvidado las lecciones de la ‘Sonderbund’ o guerra civil.

La unidad nacional dependía del Estado, responsable de integrar todos los diversos elementos políticos, lingüísticos, étnicos y religiosos que existían en la minúscula zona de Europa ocupada por Suiza. Se consideró entonces que el federalismo era la única estructura que podía permitir gobernar un país tan diverso.

Allí donde hay federalismo también hay subsidiaridad. Esto significa que las decisiones políticas siempre son tomadas en el nivel más fundamental posible; sea éste federal, cantonal o comunal.

Incluso si la Constitución de 1848 fue revisada en 1874 y substituida por una nueva en el año 2000, la autonomía fundamental de los cantones sigue siendo sagrada.

Suiza tiene ahora 26 cantones y medio cantones, cada uno con su propia constitución (aprobadas por el parlamento federal). El cantón más joven, el Jura, fue admitido en la Confederación por un plebiscito nacional, en 1979.

Los cantones pueden aumentar los impuestos y producir sus propias leyes siempre y cuando sean conformes con la legislación federal. También eligen sus propios gobiernos y parlamentos. Cerca de una quinta parte de las casi 3.000 autoridades locales (comunales) tienen su propio parlamento y adoptan leyes locales que se refieren tanto a asuntos como las vías, la construcción de edificios escolares, el agua y los precios de la energía, como a los reglamentos de estacionamiento.

Poderes del gobierno

Los poderes del gobierno federal están firmemente establecidos en la Constitución. Incluyen la defensa y la seguridad interna, la política exterior, las relaciones diplomáticas, las aduanas, correos, teléfonos y comunicaciones ferroviarias.

A pesar de que ha habido un cierto grado de liberalización en los sectores del transporte y las telecomunicaciones, las empresas públicas aludidas han conservado grandes partes del mercado. Las autoridades federales regulan también la caza y la pesca. La ley federal también predomina en materia de seguridad social nacional obligatoria y en los sistemas de seguro de invalidez.

El sector de la energía, en particular de la energía nuclear, sigue siendo fuertemente reglamentado y, hasta ahora, las tentativas de liberalizarlo han fracasado.Suiza ha ratificado la Convención Europea de los Derechos Humanos.


Cuando el Estado federal suizo fue fundado en 1848, el país era una democracia con un fondo republicano dentro de un mar de monarquías.

Pronto el joven Estado se convirtió en lugar de refugio para radicales y revolucionarios. Lenín vivió en Suiza durante la Primera Guerra Mundial y, desde su exilio en Zúrich, realizó su prometido viaje para crear la Unión Soviética.

Dentro de Suiza, la Constitución de 1848 creó derechos civiles de un gran alcance que dieron a los ciudadanos una influencia real en la política.

Consejo Federal

El poder ejecutivo reside en el gabinete de siete miembros o Consejo Federal. Sus miembros son elegidos, reelegidos o –muy raras veces- destituidos por el Parlamento Federal, en Berna.

Las elecciones de una nueva legislatura tienen lugar cada cuatro años y no es extraño que un miembro del gobierno federal (Consejero Federal) pueda permanecer en su función durante diez o más años, aunque la mayor parte de las carteras ministeriales cambien durante ese tiempo.

En teoría cualquier suizo puede llegar a ser Consejero Federal. En la práctica, la única posibilidad de lograrlo es la de ser miembro de uno de los cuatro partidos representados en el gobierno federal desde la Segunda Guerra Mundial.

En 1959 un reajuste ministerial dio origen a lo que se ha llamado la ‘Fórmula Mágica: 2-2-2-1’. Esto significa que dos de los siete escaños del Consejo Federal corresponden al Partido Radical, dos a los socialdemócratas, dos a los demócrata cristianos y sólo uno a la Unión Democrática del Centro, UDC, que en aquella época se llamaba Partido de Artesanos y Agricultores.

La distribución de los 7 escaños en el Consejo Federal ha sido en efecto sólo un reflejo de la fuerza proporcional de los principales partidos en el Parlamento. El creciente poder de la UDC (derecha popular) en las dos legislaturas más recientes ha llevado a los demócrata cristianos a ceder uno de sus escaños después de las elecciones del año 2003.

La Consejera Federal Ruth Metzler, ministra de Justicia y Policía, tuvo que abandonar su cargo en el Consejo Federal sólo después de cuatro años. Fue un acontecimiento casi sin precedentes debido en gran parte a luchas dentro del Partido Demócrata Cristiano. Fue reemplazada por Christoph Blocher, figura emblemática de la Unión Democrática del Centro.

La repartición actual, en la cual la UDC dispone de dos escaños en el Consejo Federal, establece un sistema de 2-2-2-1 y, en realidad, sigue representando la fuerza proporcional de los partidos.

Mujeres ministros

Ruth Metzler había sido solamente la tercera mujer que llegaba al Consejo Federal desde 1984. Para muchas mujeres el hecho de que ella hubiera perdido su escaño, a pesar de que Joseph Deiss, su colega demócrata cristiano, conservó el suyo, es una prueba del sexismo que existe en el sistema político.

Actualmente la única mujer en el gabinete federal de siete miembros es Micheline Calmy-Rey, ministra de Asuntos Exteriores. Es una de los dos representantes del Partido Socialdemócrata. Las otras seis carteras son: defensa, interior, finanzas, economía, justicia y policía (juntos), transportes, energía y comunicaciones (también juntos).

El Consejo Federal y la Confederación suiza tienen un presidente, pero ésta es una función que rota cada año entre los siete Consejeros que integran el gobierno federal.

El presidente suizo no tiene ni poder ni privilegios especiales. Él, o ella, presiden las reuniones del Consejo Federal y representan al país como anfitriones durante la visita oficial de un jefe de Estado extranjero prevista cada año por Suiza.

Como no hay sino siete ministerios (departamentos federales) el trabajo de cada uno de los miembros del ejecutivo federal es muy recargado. Las reuniones del Consejo Federal tienen lugar cada miércoles a las ocho de la mañana y se prolongan por lo general hasta el mediodía. Después, los Consejeros comen en un restaurante de Berna. Si es necesario se pueden organizar reuniones ad hoc.

Los Consejeros Federales no son miembros del parlamento, pero regularmente deben explicar su legislación en las dos cámaras. Semanalmente, durante la sesión parlamentaria de tres semanas, hay un tiempo destinado a las preguntas. Sin embargo, no se trata de un gran acontecimiento como en algunos otros países, porque las preguntas deben ser sometidas por escrito y anticipadamente.

Política de consenso

Un principio fundamental del Consejo Federal suizo de cuatro partidos es la necesidad de llegar al consenso y demostrarlo ante el parlamento y la opinión pública. Habitualmente esto puede lograrse después de un debate largo y fundamental. Y no es raro que alguno de los miembros del Consejo Federal tenga que representar la política de la mayoría de los siete Consejeros que no necesariamente refleja sus propios puntos de vista.

Esto significa que, a veces, los Consejeros Federales están distanciados de sus propios partidos en algunos asuntos. Sin embargo, el gobierno de Suiza no es un gobierno de coalición. No hay un programa adoptado por múltiples partidos y el Consejo Federal no puede ser sometido a presiones por alianzas de partidos.

El hecho de que los miembros del Consejo Federal puedan llegar a una verdadera coalición representa más una posición de conjunto sobre los objetivos del gabinete durante un período legislativo de cuatro años que un compromiso obligatorio. Recientemente fracasó una tentativa parlamentaria para obligar al gabinete a adoptar una política más firmemente vinculante.

Aunque no están en el reino de las grandes empresas, los actuales Consejeros Federales son bien remunerados. Reciben cada uno un salario anual de unos 400.000 francos suizos (316.000 dólares). Los miembros del Consejo Federal no son ajenos al alto prestigio social, pero a veces tienen que utilizar el tren para ir a su trabajo en Berna.

Ahora bien, lograr un escaño en el Consejo Federal de Suiza no es cosa fácil. Los controles, escritos y no escritos, y los equilibrios del sistema suizo significan que dos candidatos del mismo cantón, o varios de la misma región, se excluyen mutuamente.

Equilibrio

Una ley que prohibía la elección de más de un Consejero Federal de un mismo cantón ha sido abrogada, pero aun así los celos locales determinan que en la modificación del ejecutivo federal debe haber un equilibrio –de preferencia proporcional-, entre regiones, lenguas, religiones y, desde luego, pertenencias a un partido.

Según una regla no escrita los tres cantones suizos más grandes: Zúrich, Berna y Vaud, deben estar representados en el Consejo Federal. Esto significa que cantones como el de Ginebra, probablemente el cantón suizo más conocido internacionalmente, pueden quedar sin representación en el gobierno federal durante décadas.

Algo semejante sucede con el cantón del Ticino, Suiza de expresión italiana, que no ha estado representado desde hace varios años en el gobierno federal de Suiza, aunque una situación de este tipo mejora automáticamente las posibilidades de elección de un eventual candidato del cantón.

A pesar de todo, la regla no es tan estricta ni tan firme. Zúrich cuenta actualmente con dos Consejeros en el ejecutivo federal: el socialdemócrata Moritz Leuenberger y Christoph Blocher, de la Unión Democrática del Centro, UDC.

La elección de los miembros del gobierno federal únicamente por el Parlamento es considerada como algo anómalo por algunos suizos. En ese sentido, no han faltado algunas tímidas tentativas para discutir la posibilidad de elegir a los Consejeros Federales por votación popular. El debate ha sido alimentado por la reciente remoción de Ruth Metzler y su reemplazo por Christoph Blocher.

Un cambio de tal naturaleza chocaría con los poderes parlamentarios celosamente preservados, incluido el poder de elegir -más o menos intencionalmente- un Consejo Federal débil.

Parlamento

La legislación nacional es tarea del Parlamento Federal, en Berna. Éste se reúne habitualmente en cuatro sesiones de tres semanas de duración en cada una de las cuatro estaciones del año. La presión del trabajo, o una crisis, pueden dar origen a sesiones suplementarias de algunos días de duración.

El modelo del trabajo parlamentario es un reflejo del ejército de milicias, o de trabajo a tiempo parcial de los diputados y senadores, que casi siempre tienen una actividad profesional fuera del parlamento.

El Parlamento tiene dos cámaras que funcionan en el mismo edificio. La Cámara de los Diputados (Consejo Nacional), que representa al pueblo, tiene 200 escaños. El Senado (Consejo de los Estados), donde están representados los cantones, tiene 46 miembros.

No hay Cámara alta o baja. La legislación puede ser presentada en cualquiera de las dos, pero todos los proyectos deben pasar por las dos Cámaras, con idéntica formulación.

Los miembros de la Cámara de Diputados son elegidos por representación proporcional. Los miembros del Senado son elegidos por voto mayoritario. Cada cantón completo puede elegir dos senadores. Los medios cantones eligen sólo un senador. El tamaño demográfico determina el número de representantes enviados al Parlamento, en Berna.

La mayor parte de los proyectos de legislación es sometida al parlamento por el Consejo Federal, pero diputados y senadores tienen el derecho individual de poner sobre la mesa proyectos de ley, mociones obligatorias y no obligatorias, o simples preguntas.

Además, en el parlamento hay un tiempo semanal consagrado a responder a las preguntas escritas.

Aunque las mujeres suizas obtuvieron el derecho de voto a escala nacional hace sólo 30 años, su representación en el parlamento sigue oscilando siempre en torno al 25%, aunque representan la mitad de la población.

Vista desde fuera de Suiza parece una democracia parlamentaria típica. Pero lo que hace del país un caso especial es que ni los miembros del ejecutivo federal ni el parlamento tienen los mismos poderes de que disponen tales funciones en países como Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia.

Poder del pueblo

Cualquiera de las decisiones que toma el Consejo Federal o que aprueba el parlamento puede ser revertida por el pueblo; el ‘Soberano’, como a veces se llama a los ciudadanos con derecho a voto.

Cuando una ley ha sido aprobada por el parlamento y está lista para entrar en vigor, los votantes tienen un plazo de 100 días para recoger 100.000 firmas y obligar a la realización de un referéndum a escala nacional sobre un asunto determinado.

Es como si los electores tuvieran en sus manos una palanca de freno. Esto explica además por qué hay un procedimiento exhaustivo de consulta entre todas las partes interesadas, antes de que la legislación sea sometida al parlamento.

Ahora bien, incluso este cuidadoso sondeo de opiniones no es garantía de éxito como ya lo han descubierto el Consejo Federal y el Parlamento

Un quórum de cantones tiene también derecho a exigir un referéndum nacional sobre asuntos que los afectan. A pesar de que este derecho haya estado vigente durante más de un siglo, fue utilizado por primera vez durante la primavera del año 2004, cuando una consulta popular pedida por los cantones derrumbó un impuesto federal y medidas de reducción de gastos.

El voto de los ciudadanos no sólo es capaz de poner freno a la legislación, sino que también puede generarla. Los ciudadanos, recogiendo 100.000 firmas, pueden forzar una votación nacional para la enmienda o complemento de la Constitución.

Los electores tienen 18 meses para reunir las firmas necesarias. Durante este tiempo, a menudo, el gobierno somete una contrapropuesta de menor alcance. Las experiencias muestran que este procedimiento tendrá más probabilidad de éxito que la misma iniciativa popular, cuyas posibilidades de éxito son sólo de un 25 o 30%.

En sentido estricto una iniciativa popular debe estar relacionada con cuestiones constitucionales, ya sea el abandono de un artículo o la adopción de una nueva disposición. Sin embargo, esto no ha sido siempre necesariamente así. En las recientes décadas temas como la prohibición de la francmasonería o la exportación de armas surgieron en forma de iniciativas populares.

Los tratados internacionales de duración indeterminada como la adhesión a la Organización de las Naciones Unidas no necesitan ser sometidos al voto popular. En muchos otros casos en los que podría caber un referéndum facultativo, el gobierno opta por ir más adelante mediante un plebiscito para que los adversarios del tema en cuestión no tengan la oportunidad de montar una campaña ruidosa.

En resumen, se puede decir que los electores suizos tienen la capacidad de ejercer una fuerte presión sobre los poderes legislativo y ejecutivo.

Neutralidad

Suiza y la neutralidad son sinónimos. El país no puede entrar en alianzas militares a menos que sea atacado. Sus fuerzas sólo pueden ser utilizadas para la autodefensa y la seguridad internas. No puede participar en conflictos internacionales ni puede autorizar el tránsito a fuerzas extranjeras.

Para Suiza la neutralidad implica una neutralidad armada. Esto explica la voluntad que siempre ha tenido el país de mantener su defensa a un nivel respetable y un servicio militar obligatorio en conformidad con la Constitución.

Con el fin de la Guerra Fría, la neutralidad ya no es más el imperativo que fue para las pequeñas naciones. La interdependencia del mundo moderno hace cada vez más difícil una neutralidad pura y ortodoxa.

La auto-impuesta limitación de permanecer al margen del mundo político ha modificado en Suiza las actitudes frente a la neutralidad. Suiza es miembro de la Organización de las Naciones Unidas desde el año 2002, aunque de hecho ha participado plenamente desde hace décadas en la actividad de agencias especializadas de la organización mundial como UNESCO, OMS, FAO, OIT, UNICEF, etc.

Fue necesario un referéndum a escala nacional para poder ingresar en las Naciones Unidas. Aproximadamente el 55% de los electores votaron favorablemente. Suiza es también miembro de la Asociación de la OTAN para la Paz, pero no tiene proyecto alguno para unirse a la alianza militar porque seguramente esto comprometería la neutralidad.

La adhesión a las Naciones Unidas fue recibida como un gran paso adelante en el concierto de las naciones. No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, Suiza ha apoyado continuamente los esfuerzos internacionales de paz, a pesar de que evitó por poco una adhesión a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU.

Suiza ha participado en el trabajo de control de la tregua después de la Guerra de Corea y en el Medio Oriente, desde 1967. Observadores suizos de procesos electorales fueron enviados a África y Europa Oriental y una Compañía del ejército suizo, de 175 hombres, (Swisscoy), actúa desde hace varios años en Kosovo como apoyo a los esfuerzos internacionales de pacificación en los Balcanes.

Suiza fue uno de los primeros miembros del Consejo de Europa y, más recientemente, de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE.

Política exterior

El fin de la Guerra Fría ha permitido a Suiza ser más activa en su política exterior.

Esto se aplica también a muchos otros pequeños países. De modo que Suiza ya no es el ‘intermediario’ automático en los conflictos. No obstante, sigue siendo un lugar de encuentro para conversaciones internacionales. Ejemplos recientes han sido los esfuerzos auspiciados por la ONU para reunir a chipriotas griegos y turcos y las conversaciones de paz entre el gobierno de Sri Lanka y los Tigres Tamil.

La oferta de ‘buenos oficios’ sigue siendo un objetivo de la política exterior suiza. Otras metas son: la salvaguardia de los intereses económicos suizos, la promoción mundial de los derechos humanos además de la promoción de la buena gobernabilidad, la protección del medio ambiente y de los recursos naturales.

Los esfuerzos más visibles de Suiza son sus proyectos de ayuda al desarrollo, generalmente orientados hacia los países más pobres y basados en el criterio de la auto-ayuda.

También se gastan sumas considerables en la ayuda humanitaria, sobre todo, después de desastres como los terremotos. Es allí donde funciona la Unidad suiza de Ayuda en caso de Desastre con su amplio equipo de expertos.

La ayuda a corto plazo en caso de emergencia precede a los proyectos a largo plazo para reconstruir infraestructuras frecuentemente realizados por la Agencia suiza de Cooperación al Desarrollo, COSUDE, parte también del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Ayuda al desarrollo

COSUDE concentra su ayuda financiera y técnica en 17 países clave. Otros países en vías de desarrollo reciben el apoyo suizo a través de canales internacionales. En el caso de las catástrofes naturales es responsable la unidad suiza de ayuda a víctimas de siniestros.

A través de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, los países industrializados occidentales han incrementado su ayuda al desarrollo durante el año 2003.

Suiza, miembro del Comité de Ayuda al Desarrollo, DAC, de la OCDE, ha suscrito una ayuda de 1.900 millones de francos suizos, equivalentes al 0,4% de su PNB. Este total no llega todavía al objetivo del 0,7% del PNB fijado por la ONU, pero es muy alto si se calcula por persona.

Suiza también es miembro del Pacto de Estabilización para el Sudeste de Europa y debe contribuir con 1.000 millones de francos suizos para el fondo de cohesión de la Unión Europea en favor de los nuevos países de Europa oriental que han ingresado en la UE.

Comité Internacional de la Cruz Roja

Un antiguo símbolo de la ayuda humanitaria suiza es el Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR, con sede en Ginebra.

La organización humanitaria independiente ayuda en las regiones siniestradas en todo el mundo. Promueve el cumplimiento del derecho internacional humanitario y en particular todo lo que está relacionado con las Convenciones de Ginebra en lo que se refiere a las víctimas de los conflictos y al tratamiento de los prisioneros de guerra. El CICR puede actuar también como mediador en los conflictos

Suiza como Estado depositario de las Convenciones de Ginebra tiene gran interés en el trabajo del CICR coronado por el éxito y contribuye substancialmente en sus gastos, sin influir políticamente en la organización.

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